sábado, 24 de abril de 2010

LOS MÁRTIRES DE CHICAGO

LOS MÁRTIRES DE CHICAGO

 Las condiciones laborales

Hacia fines del siglo XIX las condiciones en que vivían y trabajaban los obreros de las industrias eran deplorables. Un historiador describe la situación de los trabajadores de Chicago, Estados Unidos, de la siguiente manera:
“Vivían en su mayoría en las peores condiciones. Muchos trabajaban aún catorce o dieciséis horas diarias, partían al trabajo a las cuatro de la mañana y regresaban a las siete u ocho de la noche, o incluso más tarde. De manera que jamás veían a sus mujeres y a sus hijos a la luz del día. Unos se acostaban en pasillos y desvanes, otros en chozas donde se hacinaban tres o cuatro familias. Muchos no tenían alojamiento. Se los veía juntar restos de legumbres en los recipientes de desperdicios, como los perros, o comprar al carnicero algunos centavos de recortes.”
Frente a esta situación extrema, los trabajadores se organizaron para reclamar por su situación. Comenzaron por exigir un límite legal de la jornada a ocho horas diarias. A este movimiento se lo conoció como movimiento de las ocho horas.
A pesar de lo justo que esto hoy pueda parecer, algunos periódicos de la época no lo consideraban así. Uno de ellos, el Illinois State Register, calificaba al movimiento de las ocho horas de “indignante”; y así lo explicaba:
“Una de las más consumadas idioteces que se hayan sugerido nunca acerca del trabajo es el llamado movimiento de las ocho horas. La cosa es realmente demasiado tonta para merecer la atención de un montón de lunáticos y la idea de hacer huelga para conseguirla es tan ridícula como hacer huelga para cobrar sin trabajar.”
Los sindicatos de Estados Unidos y Canadá se reunieron en octubre de 1884 y resolvieron que “a partir del 1ro de mayo de 1886, la duración de la jornada laboral será de ocho horas”. Para lograr este cometido, los obreros comenzaron a organizarse.

 El 1ro de mayo de 1886
La resolución despertó gran interés y surgió un fuerte sentimiento de solidaridad que unía a los trabajadores cansados de la explotación. A medida que se acercaba la fecha clave del 1ro de mayo de 1886, parecían crecer sus ganas de luchar.
El 1ro de mayo se llevó a cabo una huelga general. Hubo manifestaciones en todo el país. En algunos estados los dueños de las empresas concedieron a los trabajadores el derecho a una jornada laboral más corta. En otros estados, los empresarios apoyados por el poder local decidieron reprimir las movilizaciones obreras. Ante esta respuesta, los trabajadores prolongaron las medidas de fuerza.
El 3 de mayo, en Chicago, la policía disparó contra los manifestantes. Al día siguiente, una bomba estalló en la calle y dejó un saldo de varios heridos y un policía muerto. La respuesta fue inmediata: los policías abrieron fuego contra los trabajadores. Muchos de ellos murieron a causa de la represión.
Se declaró el estado de sitio en todo Chicago y se detuvo indiscriminadamente a centenares de obreros y líderes sindicales. Muchos fueron torturados buscando algún responsable por la bomba. ¿Y qué mejores sospechosos para el poder que los dirigentes obreros? Esos que la prensa titulaba de “brutos asesinos”, “rufianes rojos”, “monstruos sanguinarios” y “fabricantes de bombas”.
De modo, pues, que en los días siguientes se ordenó el arresto de varios obreros: Fielden, inglés; Spies, Schwab, Engel, Fischer y Lingg, alemanes; y Neebe y Parsons, norteamericanos.

 El juicio
El juicio fue sumamente irregular. No se pudo probar la relación de los acusados con la explosión de la bomba; pero a la hora de la sentencia, esto no tuvo importancia. Engel, uno de los obreros, se defendió ante el tribunal:
“¿En qué consiste mi crimen? En que he trabajado por el establecimiento de un sistema social donde sea imposible que mientras unos amontonan millones, otros crezcan en la degradación y la miseria. Así como el agua y el aire son libres para todos, así la tierra y los inventos de los hombres deben ser utilizados en beneficio de todos. Las leyes de ustedes están en contra de los hombres y mediante ellas robáis al pueblo el derecho a la vida, a la libertad y al bienestar.”
Finalmente, los ocho de Chicago fueron declarados culpables y ahorcados el 11 de noviembre de 1886. Antes de que la trampa se abriese bajo sus pies, cada uno tuvo tiempo de exclamar:
Fischer: “¡Vivan nuestras ideas! ¡Éste es el momento más feliz de mi vida!”
Parsons: “¿Se me permitirá hablar? ¡Oh, hombres de América! ¡Dejadme hablar! ¡Dejad que se escuche la voz del pueblo!”
Spies: “¡Tiempo llegará en que nuestro silencio será más poderoso que las voces que vosotros estranguláis!”

Tiempo más tarde la reducción de la jornada laboral fue convertida en ley en todo el mundo. Los Mártires de Chicago son un símbolo de la lucha de millones de trabajadores por una vida verdaderamente digna.
Lamentablemente, a nosotros nos toca ser parte de un momento histórico en el que todas esas conquistas se están perdiendo…
Pero a pesar de todo, las luchas de aquellos mártires hoy se resisten a quedar en el olvido.




Resumen de Gregorio Selser, Historia del movimiento obrero, fascículo 24; Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1973.

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